SINIESTRO; el relato de MegaGrupo de Relatos, podéis leerlo aquí
Desde MegaGrupos de Relatos, el primer relato en el que colaboré, del que os he hablado en otros posts
Estos relatos están bajo una licencia de Creative Commons.
SINIESTRO
[CumbresBlogrrascosas]
El día había sido terrible, pero la noche prometía ser peor. En su mente se agolpaban los recuerdos y el remordimiento, la culpa, la rabia. Las escenas dantescas y las aciagas sensaciones que había sentido desde el momento del choque le bombardeaban el pensamiento y no le dejaban dormir, pese a los calmantes. Primero el accidente, después esperar a que los bomberos lo sacaran del coche, el olor a gasolina y a aceite caliente, el calor insoportable que emanaba del asfalto de la autopista, el dolor sordo del pecho, de la cabeza, del alma. El miedo.
El sueño de Formentera se había desvanecido, todos los planes que había hecho para el verano se habían ido al traste, toda la ilusión, todos los proyectos, las ansiadas vacaciones con Elvira, todo. Todo.
Elvira… No sabía si habría sobrevivido al accidente, no querían decirle nada. En el coche la llamaba, pero ella no contestaba, inconsciente, o muerta. ¿Y los ocupantes del otro vehículo? Por primera vez en su vida, se quería morir, y todo por aquella tontería:
— ¿Me das un beso?
— Pero, Elvira, mujer, ¿cómo te voy a dar un beso a ciento cincuenta por hora?
— Si me quisieras, me lo darías.
Y se lo dio. El sueño de Formentera se había convertido en una pesadilla.
[El Sopazax]
Sintió una terrible sensación, algo en su mente no funcionaba.
Donde debía haber sentido una sacudida, una suerte de violento escalofrío ahora una plácida y terrorífica placidez le envolvía.
El dolor, la presión de sus costillas seguramente rotas habían desaparecido por completo.
Trató de mover la mano... nada, la otra... nada.
Lloraba desconsolado, el calor, la textura de sus lágrimas le molestaban, le abrasaban, mas le resultaba del todo imposible limpiarlas, sus miembros no respondían.
Asustado observaba varias figuras materializarse al fondo de la cama de las que una se aproximaba al lecho.
¿Elvira?
Bésame amor mío, bésame.
[JAVIER]
- Tranquilícese - le dijo una voz surgida de una de aquellas figuras- en su estado no es aconsejable alterarse -
- ¿Elvira? - preguntó él.
- Duérmase - dijo otra voz, al tiempo que notaba una agradable sensación de bienestar.
En su sueño, las pesadillas volvieron; el cuentakilómetros marcando ciento cincuenta kilómetros por hora, el aroma que desprendía Elvira, el deseo...y el ruido, el espantoso ruido de lo que, después, supo que había sido el choque...
Despertó de nuevo, sin conciencia del tiempo pasado, desorientado, con un dolor sordo, un malestar físico enmascarado por el malestar psíquico que sentía. Alcanzó a girar mínimamente la cabeza, lo que los vendajes e inmovilizadores le permitían... y allí vio a Elvira, sonriéndole, pidiéndole, sin palabras un beso, un último beso antes de despedirse para siempre. Y, junto a ella los que, de alguna manera, supo que eran los ocupantes del otro vehículo...
El día había sido terrible, pero la noche prometía ser peor. En su mente se agolpaban los recuerdos y el remordimiento, la culpa, la rabia. Las escenas dantescas y las aciagas sensaciones que había sentido desde el momento del choque le bombardeaban el pensamiento y no le dejaban dormir, pese a los calmantes. Primero el accidente, después esperar a que los bomberos lo sacaran del coche, el olor a gasolina y a aceite caliente, el calor insoportable que emanaba del asfalto de la autopista, el dolor sordo del pecho, de la cabeza, del alma. El miedo.
El sueño de Formentera se había desvanecido, todos los planes que había hecho para el verano se habían ido al traste, toda la ilusión, todos los proyectos, las ansiadas vacaciones con Elvira, todo. Todo.
Elvira… No sabía si habría sobrevivido al accidente, no querían decirle nada. En el coche la llamaba, pero ella no contestaba, inconsciente, o muerta. ¿Y los ocupantes del otro vehículo? Por primera vez en su vida, se quería morir, y todo por aquella tontería:
— ¿Me das un beso?
— Pero, Elvira, mujer, ¿cómo te voy a dar un beso a ciento cincuenta por hora?
— Si me quisieras, me lo darías.
Y se lo dio. El sueño de Formentera se había convertido en una pesadilla.
[El Sopazax]
Sintió una terrible sensación, algo en su mente no funcionaba.
Donde debía haber sentido una sacudida, una suerte de violento escalofrío ahora una plácida y terrorífica placidez le envolvía.
El dolor, la presión de sus costillas seguramente rotas habían desaparecido por completo.
Trató de mover la mano... nada, la otra... nada.
Lloraba desconsolado, el calor, la textura de sus lágrimas le molestaban, le abrasaban, mas le resultaba del todo imposible limpiarlas, sus miembros no respondían.
Asustado observaba varias figuras materializarse al fondo de la cama de las que una se aproximaba al lecho.
¿Elvira?
Bésame amor mío, bésame.
[JAVIER]
- Tranquilícese - le dijo una voz surgida de una de aquellas figuras- en su estado no es aconsejable alterarse -
- ¿Elvira? - preguntó él.
- Duérmase - dijo otra voz, al tiempo que notaba una agradable sensación de bienestar.
En su sueño, las pesadillas volvieron; el cuentakilómetros marcando ciento cincuenta kilómetros por hora, el aroma que desprendía Elvira, el deseo...y el ruido, el espantoso ruido de lo que, después, supo que había sido el choque...
Despertó de nuevo, sin conciencia del tiempo pasado, desorientado, con un dolor sordo, un malestar físico enmascarado por el malestar psíquico que sentía. Alcanzó a girar mínimamente la cabeza, lo que los vendajes e inmovilizadores le permitían... y allí vio a Elvira, sonriéndole, pidiéndole, sin palabras un beso, un último beso antes de despedirse para siempre. Y, junto a ella los que, de alguna manera, supo que eran los ocupantes del otro vehículo...
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