Relato: SU ÚNICO JUGUETE
Era el único niño del pueblo que sólo tenía un juguete el día de Reyes. En un principio, se había quedado triste. Él había visto cómo los padres de su vecino entraban en casa de enfrente con muchos paquetes, todos ellos muy grandes, envueltos en un papel con dibujos que él nunca había visto-y menos en unas cajas tan grandes.
Se puso a pensar en todo lo que podía haber en esas cajas. Pensó en grandes casas de caramelo, con caminos de bombón y árboles de galleta; pensó en un gran barco de guerra... o mejor aún, sería un barco mercante, que recorriese el mundo con él de capitán, mandando una tripulación formada por soldaditos de plomo, bailarinas de corcho y payasos de algodón; pensó en un avión, tan grande, que no cabía en su imaginación.
Su cuarto era demasiado pequeño para sus pensamientos; tal vez el pueblo entero sería demasiado pequeño para sus esperanzas.
Recordó que una vez, cuando estuvo enfermo, sus amigos capturaron una lagartija y se la regalaron; fue un bonito gesto, tal vez el mejor regalo que tuviese en mucho tiempo, puesto que su mamá estuvo mucho tiempo llorando y nunca salía a comprarle juguetes, como solía hacer cuando estaba enfermo.
Ahora que lo pensaba, hacía mucho tiempo que no veía papá, casi tanto como el pasado desde que su mamá se puso aquella ropa negra que la hacía más fea y más vieja... y él no quería una mamá vieja y fea-pero no tenía otra, y no iba a ser menos que los demás chicos del pueblo-. ¿Porqué no vendría papá y le diría que se cambiase esa horrible ropa, y los sacaba a pasear, como solía hacer antes?.
Sin embargo, ahora que lo pensaba mejor, no estaba tan triste: su papá volvería dentro de poco, pues mamá le había dicho que se había ido a hacer un viaje muy largo - y él sabía, no era tonto, que todos los viajes, por muy largos que fuesen, siempre tenían que acabar -.
Y cuando papá volviese, entraría con tantas cajas que no se le vería ni la cabeza. Todas las cajas llevarían papeles con dibujos, de los que a él le gustaban.
Él sabía que eso ocurriría dentro de poco, de muy poco-tal vez papá ya esté abriendo la puerta-, por lo que ya no estaba triste.
Siguió jugando con su único juguete: su Ilusión -su Fe -. Aunque no sabía por qué mamá seguía llorando en un rincón. Bueno, sería porque a ella no le habían dejado nada los Reyes.
Él, como buen hijo, fue a compartir Su Único Juguete con su madre.
Y ambos tuvieron un regalo de Reyes.
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