El Fin de Todo (relato corto)
Sobre nuestras cabezas, un Universo que nadie ha entendido jamás. Estrellas en uso decadente, apiladas sobre unos gruesos trazos de tinta negra, que simulan un firmamento jamás hollado por la materia. Porque nuestros pensamientos ya no nos pertenecen, ha caducado la era de las percepciones.
Un sol puede que nos alumbre todavía, pero tras una dura jornada sin anhelos, ha declinado volver a realizar tan ardua labor.
Entropía en todas sus formas y colores nos rodea, caos cabalgando sobre inopinadas ondas de materia fluctuante es todo lo que somos/seremos. Y el Universo nos es desconocido de nuevo, porque nuestro intelecto ha dejado, por fin, de alumbrarnos el camino.
Las Naves transitan por la espera agobiada de un frío puerto espacial, mientras sus futuros tripulantes descubren el fuego; tribus enteras muere mientras la evolución se torna iracunda y en el espacio, mientras, las estrellas forcejean con su destino.
Aparente brillo, fugaz frialdad que nos roba los escasos pensamientos, que huyen de nuestro cerebro tan deprisa como la luz de esas estrellas que han muerto en estricta decadencia.
A su vez, el Universo se colapsa sobre nuestro intelecto, y el fuego, por tanto, nunca es descubierto; por eso, las Naves del Agobio desaparecen en un futuro apenas soñado.
Es, por tanto, el fin de todo.
Un sol puede que nos alumbre todavía, pero tras una dura jornada sin anhelos, ha declinado volver a realizar tan ardua labor.
Entropía en todas sus formas y colores nos rodea, caos cabalgando sobre inopinadas ondas de materia fluctuante es todo lo que somos/seremos. Y el Universo nos es desconocido de nuevo, porque nuestro intelecto ha dejado, por fin, de alumbrarnos el camino.
Las Naves transitan por la espera agobiada de un frío puerto espacial, mientras sus futuros tripulantes descubren el fuego; tribus enteras muere mientras la evolución se torna iracunda y en el espacio, mientras, las estrellas forcejean con su destino.
Aparente brillo, fugaz frialdad que nos roba los escasos pensamientos, que huyen de nuestro cerebro tan deprisa como la luz de esas estrellas que han muerto en estricta decadencia.
A su vez, el Universo se colapsa sobre nuestro intelecto, y el fuego, por tanto, nunca es descubierto; por eso, las Naves del Agobio desaparecen en un futuro apenas soñado.
Es, por tanto, el fin de todo.
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