EL ÁRBOL DEL DOLOR III: LA MARCHA
Somos vacío,
ceguera encarnada,
cuerpos sin alma,
un mar muerto
ruge en nuestras entrañas,
como muerta está
nuestra esperanza.
Arrastramos vacuidad,
errantes con un sólo objetivo,
tras nuestra no-muerte eterna,
existimos sólo para purgar
los pecados de una humanidad
que nos convirtió
en remedos de existentes.
Dejamos atrás el Árbol del Dolor,
ahora no tenemos ya
donde retornar,
sólo tenemos ante nosotros
la eterna marcha,
el constante peregrinar
en estas carcasas vacías
hacia la luz,
el caduco fulgor
de aquellos que, aún,
no son como nosotros.
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