LA RESIDENCIA ( relato)


Lo peor de todo para Ignatius eran los viernes y los sábados por la noche.

Llevaba ya casi un año en aquella residencia para ancianos, desde que muriera su querida esposa Myrna y decidiese no ser una carga para sus hijos.
Cierto que era una residencia un poco cara, pero prefería esto a ser un extraño en las casas de sus hijos, puesto que ellos ya habían formado sus propias familias desde hacía varios años.

De todas maneras, Ignatius, a sus 65 años, gozaba de una salud envidiable, pero el trauma de la pérdida de sus amada esposa había sido muy fuerte, y había entrado en una fase de depresión aguda, por lo que decidió ingresar en la residencia para que allí se ocupasen de él, pues temía hacer alguna tontería, bien por descuido, bien por no poder soportar la tristeza...
Así, Ignatius alquiló su casa a unos amigos de sus hijos, vendió su coche, e ingresó en la residencia en régimen abierto.

Sin embargo, no podía soportar los viernes ni los sábados por la noche; pero según él, no tenía dónde ir, por lo que los pasaba mirando por la ventana en la que se reflejaban las luces de la discoteca, y pensaba...

"La residencia, al igual que la discoteca, se encontraba a mitad de camino entre su casa y la de su novia. Siempre que iba a recogerla a casa de sus padres, tenía que pasar por la puerta de la residencia, y pensaba en la pobre gente que tenía que vivir allí; además, cuando las luces de la discoteca daban de lleno en las ventanas de la residencia, se preguntaba qué pensarían los ancianos de ello, viendo a los jóvenes pasar a divertirse hasta altas horas de la madrugada -incluso hasta la mañana del día siguiente- , viendo las luces y escuchando-lejanamente- la música de moda...
Entonces, Ignatius pensó en escribir una historia sobre un anciano que estaba en la residencia, y veía las luces de la discoteca los viernes y sábados por la noche..."

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