Solo Oscuridad y Silencio, colaboración en megagrupo de relatos, disponible aquí también
SÓLO OSCURIDAD Y SILENCIO
Los relatos recogidos serán de uso público.
Estos relatos están bajo una licencia de Creative Commons.
[brenda-abril]
Eran las dos, quizá las tres de la madrugada. Todo parecía en calma. La luna no estaba pero en cambio un hermoso cúmulo de nubes que danzaban magistralmente en el cielo aseguraba el paisaje noctámbulo.
La luz de la farola se encendió y con ella aparecieron espectrales sombras que desconfiguraban el armonioso cuadro.
Las voces empezaron a romper el silencio himénico que dominaba hasta entonces.
Una acalorada discusión violó sodomáticamente todo el encanto que había sido respetado por las cigarras y los murciélagos.
De pronto un chillido y seguido de él, un sonido como de respiración difícil y profunda y por fin, reinó de nuevo el silencio.
La luz dejó su brillo y las cigarras despertaron, aunque a la mañana aún le faltaba para reinar.
[JAVIER]
Las cigarras comenzaron a tocar sus diminutos violines, y los murciélagos volaron enloquecidos, confundidos sus sentidos por la mezcla de la innatural quietud del ambiente y la chirriante melodía que emanaba de las cigarras.
A lo lejos, un sereno dio la hora, mientras un borracho se agarraba a la farola que, apenas hacía unos momentos, había agotado toda su luz en un espasmo final casi orgiástico.
El frenesí de la alborada empezaba a vislumbrarse entre los aleros de las residencias más lejanas, y el silencio fue haciéndose cada vez más espeso, más denso, como adquiriendo sustancia frente a las desvencijadas mentes que todavía dormitaban en aquella localidad.
Las cigarras aumentaron el tono de sus "cric-crics" como si estuvieran lamentándose, y los murciélagos chocaban, enloquecidos todavía, contra las paredes, los postes y los árboles.
El silencio reinó finalmente, se adueñó de todo y de todos.
Y todavía no amanecía.
[Pablo]
Por un momento sentí que algo extraordinario estaba a punto de ocurrir. Estaba equivocado. Finalmente el amanecer hizo su aparición y aquella noche se convirtió en una más, como cualquier otra. ¡Qué decepción! Por un momento entre las chicharras, los serenos y los murciélagos sentí que algo prodigioso iba a acontecer. Sentí que algún designio especial el destino me había preparado para aquella noche. Nada ocurrió lamentablemente; ninguna chica con traje negro y gafas oscuras me vino a pregonar que era el elegido, ningún conejo con prisa me hizo entrar a su agujero, ningún alienígena aterrizo su platillo ante mis ojos trayendo paz o esclavitud a la humanidad y ningún desastre nuclear me convertiría en el salvador de la humanidad aquella noche. Incluso me hubiera contentado con alguna llamada que me informara de una buena noticia, la que fuese.
Aquel silencio fue sin lugar a dudas uno de los momentos más felices que había vivido en años. Ojalá que nunca hubiera terminado. ¿Por qué las cosas nunca suceden cómo en las películas? Por qué no me podía escapar aquella mañana y olvidarme de cómo llegar a fin de mes o de cómo pagar la hipoteca de una casa en la que viven mi ex-mujer y su nuevo novio. Aquel silencio no fue un presagio de absolutamente nada. En una hora tenía que estar listo para irme a un trabajo que odio en una oficina gris y sin vida en la cual llevaba quince años ganando una miseria. La vida nunca es como pensamos que sería. No soy especial y nunca lo seré. Sin embargo, aquella noche no le debía nada al banco. Aquella noche de serenos y farolas fue sólo mía.
Eran las dos, quizá las tres de la madrugada. Todo parecía en calma. La luna no estaba pero en cambio un hermoso cúmulo de nubes que danzaban magistralmente en el cielo aseguraba el paisaje noctámbulo.
La luz de la farola se encendió y con ella aparecieron espectrales sombras que desconfiguraban el armonioso cuadro.
Las voces empezaron a romper el silencio himénico que dominaba hasta entonces.
Una acalorada discusión violó sodomáticamente todo el encanto que había sido respetado por las cigarras y los murciélagos.
De pronto un chillido y seguido de él, un sonido como de respiración difícil y profunda y por fin, reinó de nuevo el silencio.
La luz dejó su brillo y las cigarras despertaron, aunque a la mañana aún le faltaba para reinar.
[JAVIER]
Las cigarras comenzaron a tocar sus diminutos violines, y los murciélagos volaron enloquecidos, confundidos sus sentidos por la mezcla de la innatural quietud del ambiente y la chirriante melodía que emanaba de las cigarras.
A lo lejos, un sereno dio la hora, mientras un borracho se agarraba a la farola que, apenas hacía unos momentos, había agotado toda su luz en un espasmo final casi orgiástico.
El frenesí de la alborada empezaba a vislumbrarse entre los aleros de las residencias más lejanas, y el silencio fue haciéndose cada vez más espeso, más denso, como adquiriendo sustancia frente a las desvencijadas mentes que todavía dormitaban en aquella localidad.
Las cigarras aumentaron el tono de sus "cric-crics" como si estuvieran lamentándose, y los murciélagos chocaban, enloquecidos todavía, contra las paredes, los postes y los árboles.
El silencio reinó finalmente, se adueñó de todo y de todos.
Y todavía no amanecía.
[Pablo]
Por un momento sentí que algo extraordinario estaba a punto de ocurrir. Estaba equivocado. Finalmente el amanecer hizo su aparición y aquella noche se convirtió en una más, como cualquier otra. ¡Qué decepción! Por un momento entre las chicharras, los serenos y los murciélagos sentí que algo prodigioso iba a acontecer. Sentí que algún designio especial el destino me había preparado para aquella noche. Nada ocurrió lamentablemente; ninguna chica con traje negro y gafas oscuras me vino a pregonar que era el elegido, ningún conejo con prisa me hizo entrar a su agujero, ningún alienígena aterrizo su platillo ante mis ojos trayendo paz o esclavitud a la humanidad y ningún desastre nuclear me convertiría en el salvador de la humanidad aquella noche. Incluso me hubiera contentado con alguna llamada que me informara de una buena noticia, la que fuese.
Aquel silencio fue sin lugar a dudas uno de los momentos más felices que había vivido en años. Ojalá que nunca hubiera terminado. ¿Por qué las cosas nunca suceden cómo en las películas? Por qué no me podía escapar aquella mañana y olvidarme de cómo llegar a fin de mes o de cómo pagar la hipoteca de una casa en la que viven mi ex-mujer y su nuevo novio. Aquel silencio no fue un presagio de absolutamente nada. En una hora tenía que estar listo para irme a un trabajo que odio en una oficina gris y sin vida en la cual llevaba quince años ganando una miseria. La vida nunca es como pensamos que sería. No soy especial y nunca lo seré. Sin embargo, aquella noche no le debía nada al banco. Aquella noche de serenos y farolas fue sólo mía.
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