Diálogo de luces apagadas (nueva colaboración en Megagrupo de Relatos, para leer aquí también)

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Otra de mis colaboraciones en la web Megagrupo de Relatos, de nuevo en el "nudo".



Diálogo de luces apagadas

[Ana María Arroyo]
A través de los cristales, Ana observaba cada noche la luna. Podía pasarse horas y horas mirándola fijamente. Le gustaba especialmente cuando aparecía llena. Se confiaban secretos, aquellas cosas que nadie más podía escuchar. Era su amiga fiel, su única amiga verdadera. Quieta y siempre presta a escucharla. Siempre había sido una niña solitaria. Y ahora, mientras la adolescencia comenzaba a invadirla tenía miedo de todo, de nada, de no sabía qué.

En una preciosa noche colmada de estrellas se encontraron de nuevo cara a cara, las dos mirándose, en silencio. Ana le susurro un nuevo secreto y cerró los ojos, prestándose a escuchar lo que su eterna compañera le respondía. Y la luna con su voz de luz habló.

LUNA: - Te destruirá lo que haces, es malo de verdad -

ANA: - No es nada serio, lo tengo bajo control -

[JAVIER]
LUNA: - Puede que tú no lo consideres serio, incluso que esto sea sólo un juego para ti. Pero esto puede afectar a más cosas de las que crees.

ANA: - Da igual, sé perfectamente que no hay nada que puedas hacer para detenerme, por eso te elegí como confidente.

LUNA: - Es verdad. Sólo puedo advertirte, como amiga tuya que creo que soy, que lo dejes ya.

Ana rió, con una fuerte carcajada que en realidad no era más que una máscara para el miedo que sentía.
La luna, compungida, se ocultó detrás de unas nubes pasajeras, y lloró.
Ana cerró las cortinas y volvió hacia su mesa de estudio. Se sentó, y abrió un libro que había encontrado en el viejo cementerio por el que, como un rito, un exorcismo, se obligaba a pasar algunas tardes, intentando purgar al menos parte de su miedo.
Sin que ella lo notara, un rayo de luna se filtró entre las cortinas, e iluminó un trozo de su mesa.

[karoll lyseth]

Ana advertiría los argumentos que tenía Luna para aconsejarla.

Luna sería una vez más, testigo inmóvil de una lucha cruel. Aquella que se hace necesaria para gestar el alba lleno de amor y de nostalgias. La noche y el día se batirían en cruel batalla y la primera ya agonizaba. El canto de los pájaros anunciaba una vez más su triste despedida. Luna lloraba con doble motivo en esta poca oscura fase de tiempo adornado con estrellas macabras. Noche sabía que moriría, que mañana ya no estaba; que era como el río, que sigue su ciclo pero con otras aguas. Luna era la misma desde las primeras hadas, la veía sonreír al despedirse, una y otra vez para confundirse con las almas.
Ana estaba equivocada, y su alma condenada. Esa noche sus dos amigas se fundirían, pero Ana ya estaba cansada.
Aunque entendió los leves susurros de Luna, sus venas ya estaban cortadas. Empezó a romperse la noche, rayo tras rayo al despuntar la mañana. La luz entró por la ventana, Luna no se guardaba, observaba con tristeza el enrojecido cuerpo de Ana.
Una y otra murieron. Luna marchó otra vez solitaria.

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